Un día en algún lugar, un niño se cayó a un pozo;
mientras iba cayendo empezó a ver lo que sucedería después.
Su nombre aparecería en todos los medios,
durante unos cuantos días sería la noticia,
y el mundo sentiría su pérdida.
Su desaparición alimentaría la tragedia,
su sonrisa llenaría las pantallas;
entonces lo entendió todo.
Una mano tiró de él fuertemente y le aupó a la entrada del pozo.
Allí estaba su salvador, el caminante que llega a todos los sitios.
No lo vuelvas a hacer más, le dijo,
no alimentes el morbo de la gente porque son morbodependientes;
llevan demasiado tiempo siéndolo,
así que mejor olvídalo todo.