lunes, 3 de mayo de 2010

El vinilo y la caja de lápices


La canícula de la tarde conducía los ritmos perezosos de musicas procedentes de los más recónditos vértices de la urbe. Improvisada caja acústica,oasis momentáneo entre sonidos de campanas y vuelos de pajaros, parentesis urbano, cuando alguien desliza un anillo en un dedo lujurioso, nadie va a notar demasiado un reflejo añadido y la naúsea se abre paso a través del aire denso de la costa.
Cascada de luz que se refleja en la vidriera de la catedral impulsada a los escaparates de las tiendas que rebota en la oficina del banco y se estampa en el lienzo del pintor bohemio en una explosion de color, el niño de las rodillas gastadas con la caja de lápices bajo el brazo va dibujando los puntos conflictivos mientras los inquilinos de la sombra se báñan en espuma de cerveza.
La aguja surcaba el vinilo entre ola y ola suspiros contenidos sueños en conserva trataban de despertar del letargo infinito prensado entre estratos de estante añejo, vampiro de frases y de momentos de risas cristalinas y gemídos el disco como un hambriento agujero negro creaba un torbellino de pasiones en la cubica estancia de luz ténue.